En mi ejercicio de la astrología y quizás por el tipo de centros que promueven mi actividad, recibo consultas de un muy alto porcentaje de personas que acuden a psicólogos de distintas orientaciones en busca de apoyo terapéutico. Creo que este es el motivo por el cual no suelo recibir “curiosos de la Astrología” sino a personas ávidas de producir cambios en sus vidas. El simple hecho de que se encuentren haciendo terapia habla claramente de personas que están tratando de promover crecimiento en sus vidas. Dentro de los consultantes, un número importante de ellos se acercan aún sin adherir a la Astrología y lo hacen muchas veces motivados por algún dolor importante o por alguna entusiasta recomendación de otro consultante o profesional que ya pasó por la experiencia.
Si el consultante “acompaña” el proceso, la lectura de su Carta Natal marcará sin dudas un antes y un después en la vida de la persona y habrá un fuerte contraste entre esos dos momentos.
El desafío inicial de todo astrólogo es resolver una gran dificultad…. mostrarle al consultante algo que generalmente de antemano este último niega, y en tanto niegue no podrá producir cambios de fondo en su vida, pasando a ser entonces la lectura de su Carta, un bonito dato anecdótico. Lo negado es la participación activa o pasiva que tiene una persona en lo que le sucede. Es comprensible que alguien coloque en “el afuera” la causa de lo que le ocurre, porque así es como se suele ve, aunque nosotros sabemos que el afuera es solamente quien evidencia “el adentro”; Si pudiésemos seguir la génesis del problema, veríamos “al cordero llamando al lobo”. El adentro es siempre muy sutil y para quedar evidenciado necesita la participación del afuera. Así, alguien necesitará que le ocurran muchos episodios de engaño o estafa, por ejemplo, para llegar a comprender que esa misma energía le opera desde dentro y sin ese interior, el exterior no mostraría esa cara.
No quiero decir con esto que desaparezcan de la faz de la Tierra el engaño y la estafa, por supuesto que no. Lo que digo es que podríamos transitar relativamente libres de peligro por esas zonas, y me permito utilizar metafóricamente un término médico… podríamos transitarlas por estar “inmunizados”.
Podríamos decir entonces que operar en uno mismo un cambio, tiene como pre-requisito, haber logrado ver nuestra participación en los conflictos asumiendo un rol protagónico. Cabría preguntarse ¿De qué se vale el astrólogo para que el consultante vea esto? Pienso que utiliza algo que es inherente a la astrología y es su capacidad para mostrar el mapa energético de la persona y que podríamos llamarlo también, mapa arquetípico. Ese mapa (como el nombre bien lo dice) delimitará el terreno y marcará los caminos que el psiquismo personal luego transitará generando experiencias que una vez consumadas, se convertirán en recuerdos. Esos recuerdos producirán a su vez una "huella" mnémica en la que "caerán" casi indefectiblemente, las próximas experiencias relacionadas, profundizando así la huella y estableciendo un patrón estímulo/respuesta que nos quitará la posibilidad de mantenernos en el presente, dejándonos congelados en el pasado. Se cierra así el circuito y no es difícil advertir que aquello que finalmente queda evidenciado por la experiencia es solo el tramo final y visible de algo que comenzó mucho antes.
Respondiendo concretamente a la pregunta: ¿De qué se vale el astrólogo para ayudar al consultante a tomar conciencia de su participación en lo que le sucede? Digamos que se vale de una herramienta poderosísima que es la Carta misma y que muestra el camino transitado por la persona en sus dos puntas. Mientras el consultante ve sólo la llegada (y suele quejarse de ella culpando al mundo o a quien sea) el astrólogo le muestra el comienzo del camino y ese comienzo parte siempre de la propia persona.
Es tremendamente movilizador para el consultante, que el astrólogo le narre qué tipo de vínculos recreo con su madre primero y con sus parejas luego, cuando el astrólogo no conoce a una ni a otras ni tampoco ha visto sus Carta Natales.
Con un mínimo de lucidez y poder deductivo se entiende qué, en parte, lo que su madre es o fue para él, al igual que sus parejas, fue una construcción... su propia construcción, y por lo tanto, si fue una construcción, cabe siempre la posibilidad de la reconstrucción…. Pero claro, siempre y cuando seamos capaces de salirnos de la huella mnémica una y mil veces recorrida.
Hoy, mucho más que hace unos años, la gente ha comenzado a vislumbrar que lo que le ocurre no está escindido de sí mismo, sin embargo esto todavía es en muchos casos “recitado” pero no comprendido en profundidad. Si bien considero que muchos libros de autoayuda pueden ser útiles en ese sentido, no es así cuando son leídos por una mente que busca desesperadamente una tabla de salvación y entonces se aferra a cualquier verdad prestada. Las verdades tienen que ser descubiertas y cualquier intento de acortar caminos se paga con retrasos. Se sale más rápido de un error propio que de una verdad “prestada” aunque es impropio hablar de verdades prestadas porque en tanto las tomemos sin haber sido nosotros mismos sus “descubridores”, no serán verdades auténticas, por lo menos no para nosotros.
Otros consultantes llegan convencidos de que algo están haciendo mal, dado el tipo de vida que tienen, pero al conversar con ellos se advierte rápidamente el componente culpa/castigo y habrá entonces que trabajar en otro terreno para posicionar a la persona en un mejor punto de partida que le permita iniciar el camino de transformación.
Seguramente a esta altura de lo leído habremos comprendido, en parte, el rol de la astrología como apoyo terapéutico, aunque el libreto astrológico aún no haya finalizado ni creo que finalice nunca. El saber astrológico ayuda también al consultante a descubrir que, a lo que parecía ser una sucesión casual y caótica de episodios en su vida, se le puede dar un sentido personal y a su vez tiene un sentido trascendente y todo esto es motivo de gran sorpresa. Poder asignarle significado a gran parte de todo lo vivido hasta ese momento, empieza a establecer un orden dentro del aparente caos. La persona se da cuenta que nunca hubo tal caos y que la situación caótica la creaba su propia mente al no poder darle significado a sucesos que concebía como separados unos de otros, y sin “enganche” causal ni sincrónico. Lo que le ocurría era visto como fortuito y ajeno a la propia persona. A partir de ese reconocimiento, ya no cabe más la reiterada pregunta: “¿Porque me pasa esto a mí? Ni la que intentó darle respuesta re-preguntando: “¿Y porque no me pasaría esto a mi? A nadie le pasa jamás algo carente de sentido trascendente para su vida, por la sencilla razón de que todo lo tiene, sólo que no nos habíamos dado cuenta. De esta forma, el “por qué no me pasaría” se iguala al “por qué me pasa” y ambas preguntas quedan desplazadas a un segundo puesto en la prioridad, ya que tanto el porqué sí, o el porqué no, quedan deslucidos frente al para que. Todo esto se convierte en algo sumamente revelador. Ahora la persona empieza a encontrar respuestas y tiene que confrontar entre dos concepciones muy distintas. Por un lado aquella con la que se identificaba anteriormente y que lo hacía observarse a sí mismo a la defensiva en un mundo hostil que de muchas formas lo “bombardeaba” (trato de utilizar los mismos términos que suelen utilizar los consultantes) y por otro lado aparece una nueva y aún insipiente concepción pero que no por insipiente pierde potencia ya que tiene la contundencia de la lógica. Esta nueva forma de ver las cosas tiene algunos rasgos similares a la anterior, sin embargo se advierte claramente que es muy distinta. Desde la nueva posibilidad de observar las cosas con otro punto de referencia, se recuerdan los mismos episodios llegando a la vida de forma repetida y así el “bombardeo” está presente, pero ahora vemos que no nos ataca a nosotros como totalidad sino a nuestros aspectos que estaban en sombra. Cuando caen bombas ya no escuchamos el feroz estruendo del que éramos víctimas sino que escuchamos el sonido de una señal de alarma. Lo que antes sentíamos que nos destruía ahora nos alerta y así, el supuesto enemigo se convierte en un aliado. Igual que las alarmas resultan molestas al escucharse, pero pueden impedir una pérdida material, estas nuevas alarmas están para impedir otro tipo de pérdidas que vinculan con nuestro destino más alto impidiéndolo….porque es evidente que futuro tendremos de todas formas, pero depende de nosotros como vivirlo, y somos también nosotros los artífices de los episodios que llegarán a nuestra vida. Esta última frase, más que una afirmación me gustaría dejarla instalada como una invitación a pensar, para que cada uno saque sus conclusiones. Mi trabajo como astrólogo, dentro del enfoque al que suscribo, consiste en tres etapas muy bien diferenciadas: La primera etapa consiste en ayudar a descubrir una problemática personal. Utilizo la palabra descubrir en lugar de la palabra ver, porque a nivel de la superficie siempre vemos nuestros problemas, sin embargo descubrirlos implica la instancia de abordarlos en su profundidad. Nuestra problemática (siempre consecuencia de la no integración de los distintos arquetipos que nos atraviesan) se “entreteje” con el enorme potencial personal que subyace en nuestra vida, impidiendo que lo alcancemos. Se logra entender que aquello que nos vino sucediendo es absolutamente coherente con aquello que vinimos a hacer, abandonando toda idea de casualidad o de “destino maldito” (otro término que suelo escuchar) La segunda etapa tiene un éxito proporcional al grado de profundidad alcanzado en la primera y consiste en reconciliarnos con nuestra historia entendiendo al sufrimiento que nos causó como pre requisito de la felicidad por alcanzar. Una vieja frase de autor que desconozco dice que “logro” está antes que “trabajo” sólo en el diccionario. Lo inaugural es el error, luego deviene dolor y este nos permitirá aprender y sanar y así estamos siempre inmersos en una espiral ascendente de error-dolor-aprendizaje en un eterno "siempre más allá". La tercera etapa consiste en ayudar a ver los nuevos episodios que vayan llegando a la vida como profundizaciones de lo ya visto o como temáticas nuevas, procurando encontrarles un sentido que, a esta altura, el consultante no duda que lo tengan. Si tuviéramos que sintetizar el objetivo de estas tres etapas en muy pocas palabras podríamos decir: “Descubrir el Pasado”; “Reconciliarnos en el Presente” y “Construir el futuro”. Todo este proceso es potenciado cuando la persona recurre simultáneamente a un terapeuta al que sin duda le entregará un material de análisis riquísimo. Creo que promover trabajo en equipo entre astrólogos y psicólogos es abrirse a un enorme potencial terapéutico donde queda muchísimo aún por investigar y descubrir.
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